Consejos para vivir la presencia de Dios en todo momento
Solo un ciego de espíritu no se da cuenta de la época tan particular -por no llamarle de otra forma- que estamos viviendo. Hoy por hoy no nos podemos dar el lujo de solo ser católicos domingueros, y eso sí el partido de fútbol no interfiere con la hora de ir a Misa.
Son tiempos muy difíciles y se vienen peor si elegimos no regresar nuestra mirada, nuestro corazón a Cristo. Necesitamos volver a ser como los primeros cristianos que tenían una presencia de Dios latente. Si comían, si bebían o hicieran lo que fuera, lo hacían todo para la gloria de Dios.
Tener presencia de Dios resulta más sencillo de lo que parece porque si bien, si sugiero vivir actos de piedad concretos, vivir en presencia de Dios se refiere a que todo lo que hagamos se lo regalamos, se lo ofrecemos y lo llevemos a cabo pensando que Dios está realmente presente junto cada uno de nosotros acompañándonos mientras hacemos lo que nos corresponde.
Teniendo esa conciencia, el corazón y nuestro cien puesto en lo que hacemos, resulta casi imposible llevar a cabo un trabajo mal hecho porque nadie en sus 5 sentidos le regalará trabajos mediocres, mal hechos a Dios.
Además, al vivir esta presencia en gracia santificante todo nuestro obrar, todo nuestro trabajo, adquiere mérito sobrenatural y nos va poniendo “listos para el cielo”, para que en el momento que Dios nos llame a su presencia vayamos con nuestra canasta llena de buenas obras. Ningún trabajo resulta pequeño cuando sale de un amor grande como el que tú y yo tenemos por Dios.
Te comparto algunas prácticas de piedad que aprendí de mi mamá y que ella a su vez aprendió de la suya.
Mi mamá fue una mujer muy comprometida con su fe, era Terciaria Franciscana, además de tener una formación extraordinaria la misma que me transmitió.
Sé que de momento la lista te parecerá larga y casi imposible de cumplirla toda a diario. Comienza poco a poco hasta que lo logres.
Recuerda que no se trata de “cumplir por cumplir”, sino de hacer de estas prácticas un medio para llegar al corazón de Dios, mejor aún, que Él llegue al nuestro. Si puedes tener contigo -en tu cartera, por ejemplo- alguna estampita de Jesús y de la Virgen y échales un vistazo cada vez que puedas. Estas son herramientas humanas que también nos ayudan a estar en la presencia de Dios.
Minuto heroico. En realidad, sería el segundo heroico porque cómo cuesta levantarte de la cama a la primera, en cuanto suena el despertador. Nada de 5 minutos más. ¡Uf, este como le sufrí al practicarlo! Luego aprendí que cada vez que lograba, siendo fuerte en mi voluntad y saliendo de la cama en el segundo en que escuchaba ese espantoso sonido de “pi pi pi pi” mi día se iba como hilo de media de lo sencillo que me resultaba cumplir con todo lo demás. De hecho, por muchos años mi alarma fue mi mamá y por las mañanas en toda la casa se escuchaba: “¡Minuto heroico, arriba, arriba, arriba! El demonio a la cabecera te está diciendo deja Misa y Rosario y sigue durmiendo”. ¡Con esas frases cualquiera deja la cama! El minuto heroico no es solo para la levantada, sino para todo lo que nos propongamos y que haya que cumplir a tiempo como ir a la cama a la misma hora, rezar, trabajar, etc.
Ofrecimiento de obras. En cuanto abras el ojo que tu primer pensamiento sea para Dios, para dar gracias por una nueva oportunidad de vivir y encomendar tu día a su corazón. De preferencia hazlo hincado y dile con todo tu corazón que amaneciste para servirle. A partir de ese momento todo queda consagrado a Dios: trabajo, penas, alegrías, lágrimas, risas…todo. Recuerda siempre invocar a la Santísima Virgen y a tu Àngel Custodio.
Oración mental. Muchos le llaman meditación y no es otra que elevar nuestro espíritu a Dios, hablar, platicar con Él. Trata de separar 30 minutos por la mañana y otros 30 por la tarde para esta cita de amor. Si apenas comienzas con esta práctica de piedad puedes comenzar con 10 minutos e ir incrementándola. No necesitas de nada extraordinario para hacerla. Quizá puedas echarte mano de un buen libro espiritual hasta que veas que no es necesario de nada más para platicar con Dios. También una sencilla oración como esta -misma San Josemaría recomendaba- basta para ponerte en su presencia y comenzar tu coloquio de amor: “Por la señal de la Santa Cruz… Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia; te pido perdón de mis pecados y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía inmaculada, San José, mi padre y señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí”. Puedes terminar con esta otra: “Te doy gracias, Dios mío, por los buenos propósitos, afectos e inspiraciones que me has comunicado en esta meditación. Madre Mía Inmaculada, San José mi Padre y Señor, Ángel de mi Guarda, interceded por mí”.
Misa, Comunión, Acción de gracias. Hasta el día de hoy la gente se asombra si las personas vamos a Misa todos los días, así que ni te preocupes en dar explicaciones. No entienden que no vamos a Misa porque nos sintamos buenos, sino necesitados de Dios y, sobre todo, por gratitud. La Misa debe ser el centro y raíz de nuestra vida interior. Procuremos que todo nuestro día gire alrededor de esta. No se va a Misa diaria si tenemos tiempo. No. Para ir a este banquete nos hacemos el tiempo, reservamos ese espacio para Dios. Al recibir a Cristo Eucaristía diariamente nos Cristificamos. Es como si recibiéramos una transfusión de la mismísima sangre de Jesús. Es decir, nuestra sangre se transforma en la de Él. ¡Simplemente maravilloso! Al terminar la Santa Misa procuremos no salir volados. Quedémonos recogidos unos 10 minutos para adorar a Dios, para darle gracias porque se dignó a invitarnos a este sacrificio, para hacer reparación y, por supuesto, pedirle. A Dios le encanta que sus hijos sean pedigüeños y, sobre todo, agradecidos.
Lectura espiritual. Invierte 10 minutos al día en leer un buen libro espiritual que te ayude a crecer en dignidad y amor de Dios.
Lectura de la Biblia, de preferencia el Nuevo Testamento. 5 minutos que invirtamos en conocer más sobre la vida de Jesús creceremos en amor de Dios.
Ángelus o Regina Coelli. Pon una alarma a las 12 del medio día para que eleve una oración a nuestra Madre. Si de plano no puedes rezar estas oraciones porque te encuentres en alguna junta de trabajo o lo que sea, lleva tu pensamiento a Ella y sencillamente dile: “Te amo Madre”. Rezo del Rosario. Recita los misterios que toquen del día. Métete en ellos, vívelos con intensidad. Los 15 misterios restantes solo medítalos.
Coronilla de la Misericordia. Pon tu alarma y justo a las 3.00 PM rézala.
Visita al Santísimo. Pasa a tu Iglesia más cercana y dale una visitadita a Jesús Sacramentado. Con tus palabras dile que pasaste a decirle que le amas. Si de plano no tienes manera para desplazarte, lleva tu pensamiento y corazón al Oratorio que más te guste y ponte en la presencia de Dios. También puedes rezar esta sencilla oración mientras haces tú visita: “¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Viva y de todos sea amado! Padre nuestro, Avemaría, Gloria (tres veces). ¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Viva y de todos sea amado! Comunión espiritual. Yo quisiera, Señor, recibiros con aquella pureza, humildad y devoción con que os recibió vuestra Santísima Madre, con el espíritu y fervor de los santos”.
Examen de coincidencia. Por la noche medita en cómo fue tu día, en què hiciste bien, què hiciste mal y què puedes hacer mañana mejor. Haz un propósito concreto para que mañana seas mejor que hoy.
Reza tres Ave María para pedir pureza a la Virgen. Por la noche, reza a la Virgen pidiendo la virtud de la pureza, de la castidad para ti y todos los tuyos. Además de eso, da gracias por tu día.
Rocía agua bendita en tu cama antes de dormir. La idea es estar protegidos de alguna asechanza del enemigo. Recuerda que el agua bendita no es un amuleto, es un sacramental.
Luz Ivonne Ream