El padre Cándido, exorcista de Roma y maestro de exorcistas, vencÃa al diablo con paciencia y amor
El Padre PÃo lo habÃa conocido personalmente y lo habÃa definido «un sacerdote según el corazón de Dios». La fama de santidad de este sacerdote, Cándido Amantini (1914-1992), nos hace pensar que, efectivamente, también en esta ocasión el Santo de Pietrelcina habÃa acertado.
Tras una vida dedicada al servicio de la Iglesia y de su grey, en 2012 el padre Cándido fue proclamado Siervo de Dios y en el mes de noviembre de 2016 se cerró la investigación diocesana para confirmar sus virtudes heroicas, paso preliminar a una posible beatificación.
El 22 de septiembre, y en los tres dÃas precedentes, en correspondencia con el vigésimo quinto aniversario de su muerte, los hermanos pasionistas del Santuario Pontificio de la Scala Santa en Roma -donde habÃa vivido durante mucho tiempo- lo han recordado en la oración junto a los fieles.
Pasionista, discÃpulo de otro venerable
Pero, ¿quién era el padre Amantini? Nacido en el pequeño municipio toscano de Santa Fiora, fue bautizado con el nombre de Eraldo y a los seis años recibió la Confirmación. A los doce se mudó a Nettuno para entrar en el seminario de los Pasionistas porque le habÃa impresionado una misión de predicación que estos habÃan llevado a cabo en su pueblo natal.
Su maestro de noviciado fue el padre Nazareno Santolini, hoy venerable, que lo ayudó en su crecimiento espiritual. Tomó los hábitos en 1929 con el nombre de Cándido de la Inmaculada. Una vez acabado el instituto empezó los estudios de FilosofÃa y TeologÃa, mostrando además un excelente conocimiento de lenguas como el hebreo, el griego, el sanscrito y el alemán.
Se dedicó durante años a la enseñanza del hebreo y de la Sagrada Escritura, pero un empeoramiento de su salud lo obligó en 1961 a una larga estancia en el hospital y al abandono de la docencia.
A partir de este momento tuvo inicio el cambio que le llevó a ejercer habitualmente el ministerio por el cual es más conocido: el de exorcista.
De Arezzo a Roma
Mientras enseñaba ya habÃa ayudado al padre Alessandro Coletti, más joven que él, en algunos exorcismos en la diócesis de Arezzo. Pero en 1962-1963, por la piedad, la prudencia y la integridad que se le reconocÃan, fue nombrado oficialmente exorcista en la diócesis de Roma.
Para llevar a cabo este difÃcil ministerio le daban fuerza la oración y, particularmente, el rosario, y la adoración eucarÃstica: como relatan sus hermanos, tenÃa la costumbre delevantarse en medio de la noche para acompañar durante una hora al SantÃsimo.
SentÃa una profunda devoción hacia la Virgen, a la que dedicó su único libro: El misterio de MarÃa, en el que condensaba toda su ciencia teológica, la experiencia correspondiente a la acción del maligno (el demonio puede engañar y tentar a las almas de innumerables maneras, pues «conoce la estructura del hombre mucho mejor que el mejor de los antropólogos de este mundo») y el papel de la SantÃsima Virgen en la salvación de las almas, que no deben olvidarse de invocar su especial protección.
Las anécdotas del padre Amorth
El amor por MarÃa lo unÃa con su discÃpulo más famoso, el padre Gabriele Amorth que, en 1986 y de manera repentina, fue nombrado exorcista por el cardenal vicario de Roma, Ugo Poletti. Una intuición que reveló ser providencial y que habÃa surgido tras una simple charla.
El propio Amorth relató en un libro el simpático episodio, recordando las palabras del purpurado: «Querido padre Gabriele, no hace falta que diga nada. Asà lo he decidido -dijo Poletti-, y asà debe ser. La Iglesia tiene una desesperada necesidad de exorcistas, Roma sobre todo. Hay demasiadas personas que sufren porque están poseÃdas y no hay nadie encargado de liberarlas. Hace tiempo que el padre Cándido me ha pedido una ayuda y siempre he evitado la cuestión porque no sabÃa a quién enviarle. Cuando usted me ha dicho que le conocÃa, he comprendido que no podÃa retrasarlo más. Usted hará el bien. No tema. El padre Cándido es un maestro especial. Sabrá cómo ayudarle».
Y asà fue. En la última fase de su ministerio, que ejerció hasta un par de años antes de morir, el padre Cándido le enseñó a Amorth cómo ayudar a las almas a librarse del demonio. Y, efectivamente, tuvo lugar el paso de testigo entre los dos.
"El diablo le temÃa, pero el padre no se enfadaba nunca"
Como recordaba Amorth, que volvió a la casa del Padre en septiembre de 2016 (este 16 de septiembre pasado se ha celebrado el primer aniversario de su fallecimiento), «el padre Cándido no se enfadaba nunca, tampoco con el diablo. Satanás le temÃa, ¡pues vaya si le temÃa, temblaba ante él! HuÃa enseguida. El diablo en realidad tiene miedo de todos nosotros, basta que uno viva en gracia de Dios».
Además de una gran paciencia, el padre Cándido sentÃa un profundo amor por el prójimo. Muchos eran lo que se quedaban hasta el amanecer delante de la puerta de la Scala Santa para conseguir hablar con él o recibir sólo su bendición. RecibÃa a todos y tenÃa tantos carismas que le bastaba poner una mano sobre la cabeza de una persona, mirarla a los ojos o sólo observar una fotografÃa para comprender si necesitaba ayuda.
Las ironÃas del viejo exorcista
Una vez, tal como contó el padre Amorth en una entrevista en el TgCom, tras un exorcismo agotador el padre Cándido le dijo al diablo que dejara el alma que estaba atormentando, y lo hizo con ironÃa: «Vete, que el Señor te ha creado una casa muy calentita». Pero Satanás (al que Dios obliga a veces a decir la verdad si está en juego la correcta comprensión del plan celestial y, por lo tanto, la salvación de las almas) lo interrumpió diciendo: «Tú no sabes nada. ¡No ha sido Él, Dios, quien ha creado el Infierno! Hemos sido nosotros. Él ni siquiera ha pensado en ello».
Un santo en vida
Concluimos con las palabras del pasionista Carlo Fioravanti, que tuvo al padre Cándido como director espiritual. En ocasión de la ceremonia de clausura de la investigación diocesana, lo recordó asÃ: «Murió entre mis brazos. De él aprendà el gran amor por Jesucristo y el prójimo. Para mà fue un santo ya en vida, también porque cada vez que entraba en su despacho percibÃa olor a rosas». No es casualidad que fuera Cándido de la Inmaculada.
(Traducción del italiano por Helena Faccia Serrano; publicado originariamente en La Nuova Bussola )