Sin fe, herida por drogas y amarguras, reiki y masonerÃa, rezó a Jesús «y Él apareció a mi lado»
Marcela Araya, madre de familia, cuenta su testimonio en Barcelona, ante Nazaret.Tv, unos tres años después de su conversión. Durante toda su vida, la sensación de falta de amor le condujo a comportamientos destructivos, adicción, intentos de suicidio y después los vacÃos vaporosos de la espiritualidad New Age. Hasta que un dÃa de invierno se dirigió a Jesucristo: "si existes, si de verdad eres 'eso que dicen', ven y sálvame". Cuenta su testimonio cuando se lo piden sacerdotes, por obediencia y con permiso de su director espiritual. Asà fue su historia de conversión. Una familia atea comunista "Yo nacà en Chile, en una familia atea, comunista, que apoyaba a Allende por el sueño de un mundo mejor para los trabajadores, una familia muy solidaria pero muy atea. Estaban en un espÃritu de división: los buenos y los malos", explica Marcela. Era una familia grande y con muchos parientes. Su madre trabajaba en el Ministerio de Agricultura "con mucha gente a sus órdenes" y tenÃan una gran casa, y vacaciones en las montañas. Con la llegada del régimen de Pinochet, y con amigos y parientes detenidos, torturados o desaparecidos, la familia escapa de Chile y llega, casi sin posesiones, a Menorca,invitados por un amigo de la infancia del padre. Marcela tenÃa 9 años y "aunque Menorca era muy bonita", ella se sentÃa sola y desarraigada. "TenÃa mucho dolor, no dormÃa de noche, lo odiaba todo, era muy pequeña y vengativa", recuerda. Infancia de amargura: un bloqueo al amor Empezaron pobres: su padre trabajando en el hotel de su amigo, su madre en tiendas de bisuterÃa y luego en una importante empresa de viajes. "Enseguida remontamos", explica. Sus padres, viendo rotos sus sueños de Chile, sintiéndose abandonados también por el Partido Comunista, se llenaron de amargura. "Mi padre se volvió muy amargo, y era bruto conmigo y con mi hermana. Luego se arrepentÃa, porque era buen hombre, pero tenÃa demasiado dolor. Ateo, no tenÃa donde acudir. Mi madre estaba volcada en el trabajo y solo nos daba amargura. En cuanto pudimos, las hijas nos fuimos de casa". "A los 13 años me fui de casa, y con mi hermana, de 19, nos fuimos a Londres, a Brighton, a estudiar inglés. El viaje, vivir solas, nos espabiló mucho, a mÃ, desde luego, demasiado. Yo sentÃa que me habÃan echado de casa. Mis padres no estaban para mÃ". Porros, ácidos, heroÃna... "A los 14, de vuelta a Menorca, empecé con los porros, las drogas. Te hacen reir, olvidar. Y después los ácidos, y con 17 en la heroÃna. Era fantástico: te morÃas y no sentÃas dolor. Éramos niños bien, que robábamos a los padres". Marcela empezó a ver a algunos amigos de la droga que les iba muy mal. Empezó a asustarse y pensar en dejarlo. Pero, ¿cómo? No se atrevÃa a decirlo a sus padres. Para llamar la atención, intentó suicidarse "pero de una manera muy tonta, con un cuchillo que casi no cortaba. Me pilló la madre de un amigo y me llevó a casa". Marcela reconoció antes sus padres que necesitaba ayuda... Durante unos meses sus padres de volcaron en ayudarla, con tratamientos, medicinas y atención. Pero al cumplir los 18 años decidió irse "a descubrir mundo" con otra amiga. Era también una forma de evitar sus antiguas amistades de adicta. Dejaron Mahón, fueron a Ciudadela, conocieron más gente, fiestas... y otras vez drogas (esta vez cocaÃna, en vez de heroÃna). Después, "haciendo todas las trampas posibles" se colocó a estudiar Económicas en la universidad en Londres. Descubrió que era buena estudiante. También hacÃa cortos y videoclips en una escuela de cine. Desilusión, aborto, suicidio casi exitoso "Aprendà a hacer producción y lo hacÃa bastante bien, con mi novio de entonces, que era director. Pero me desilusionó ese mundo, y mi novio. No les interesaba tanto el cine como la fiesta. Y quedé embarazada, y aborté, porque la carrera era más importante". A Marcela le tiembla la voz cuando llega a este punto y se detiene un instante. "Dios me ha perdonado. Pero si una se da cuenta... es terrible, claro, es un asesinato. Y yo asesiné a mi hijo". Después de eso intentó suicidarse otra vez. No recuerda mucho, pero el doctor, después del quirófano, le dijo: "has tenido mucha suerte, te cortaste hasta los tendones, podrÃas haberte quedado sin manos". "Yo pensé: ¡es que estoy como una cabra, loca perdida!". Su familia habÃa vuelto a Chile. Las autoridades la colocaron en el psiquiátrico de Sabadell, cerca de Barcelona, esperando que alguien se responsabilizara de ella. Por primera vez, conoce el amor Una amiga de Inglaterra vino a sacarla del hospital y se la llevó a Londres, a su casa. En una cena allà conoció a Phillip, su marido. "Me quedé en casa de él. Vio que yo estaba fatal, porque era listo, pero me amaba de verdad. Yo descubrà que ¡hay gente que te ama! Yo estaba alucinada: era amable, respetuoso... Y quedé embarazada. Pensé que él no querrÃa el niño, que me dejarÃa... Pero él se alegró, me abrazó. Yo no lo esperaba: por primera vez alguien estaba alegre por algo mÃo. Nos casamos por lo civil. TenÃamos un niño, esperábamos el segundo. Por primera vez tenÃa amor, daba amor, recibÃa amor". El reiki y la new age En lo material estaban bien y vivÃan ahora en Barcelona. Pero ahora una amiga la inició en el reiki para "sanar más". Se inició en distintos tipos de reiki, la supuesta técnica para canalizar una indetectable energÃa vital sanadora. Lo combinaba con otras prácticas new age. "Empecé a adorar piedras, yo que sé, tonterÃas, que uno se lo quiere creer por buena voluntad... y el yoga, la meditación, y yo le daba lecciones a los demás... cuando en realidad yo estaba fatal, y no podÃa ni con mis niños". Marcela explica asà su herida: "Yo tenÃa esa barrera de dolor y no podÃa darles a mis hijos lo que no habÃa recibido; si no lo habÃa recibido, ¿cómo iba a dárselo? ¡Las piedras tampoco podÃan dármelo!" MasonerÃa y esoterismo "Y me metà en la masonerÃa, a leer muchos libros en contra de la Iglesia Católica, algunos libros muy bonitos, pero que hoy los veo y digo 'madre mÃa, ¿cómo es posible que yo me creyera esto?'. Y hablar, y hablar con el psicólogo, etc... Pero esas miserias, aunque las puedes airear un poco, siguen ahÃ". Mientras tanto, a Philip, su marido, todo le iba mal: salud, problemas de trabajo... "Claro, hoy lo veo: si yo me dedicaba a abrirle la casa al Maligno, ¿cómo no?" Se mudaron a BerlÃn. "Allà fue la explosión del esoterismo: cada semana un curso nuevo, gastando dinero, energÃa e ilusiones." Una amiga católica y un vÃdeo-testimonio Sin embargo, mantenÃa contacto con algunas amigas de Barcelona que también estaban en su propio viaje de exploración espiritual por la Nueva Era. Y entonces supo que una de ellas se estaba haciendo católica. "Yo pensé: está loca, qué le pasa, me habla de VÃrgenes, de curaciones, que si se aparece..." Pero la veÃa más tranquila y mejor. "Y ella fue a Medjugorje y allà rezó por mÃ". "Yo me dedicaba a la meditación trascendental, que no funcionaba, me ponÃa de mal humor aunque todo nos iba bien materialmente". Y por esas fechas su amiga le mandó un vÃdeo con el testimonio de Gloria Polo, una mujer alejada de la fe que recibió un rayo y volvió de una experiencia cercana a la muerte. "Lo miré por respeto con mi amiga, para al menos decir que lo habÃa visto". Gloria Polo hablaba de sus pecados pasados, del Purgatorio, del infierno... "y me parecÃa una locura, pero me creó la duda; 'yo irÃa al infierno directo, seguro'". DÃa de nieve: la primera oración a Jesús Un tiempo después, en un dÃa de nieve, Marcela se encontró llorando, sintiéndose muy mal pese a todos sus cursos de New Age. Y decidió dirigirse a Jesucristo, por primera vez. "Y le dije a Jesús que si existe, que si es 'eso que dicen', que venga y me salve, porque ya está bien, porque con mi dolor iba a hacer algo que lo perderÃa todo, mis hijos, mi familia..." "Y me aparece Él, me aparece Jesús" Al dÃa siguiente, entró en su "cuarto de meditación, con todas mis piedras y esas cosas". "Me puse a meditar. Y me aparece Él, me aparece Jesús. Está a mi lado, me está mirando.Está ocupado, como rodeado de jóvenes. Y me miraba como diciendo: 'tenemos trabajo'. Lo entendà todo, vi todos mis pecados. Me iluminó y lo vi, no habÃa donde esconder nada. Vi que todo lo que habÃa hecho era herirlo". "Él es puro, purÃsimo, todo amor, y yo lloraba de vergüenza, por todo lo que habÃa hecho, que era terrible. Y pensaba: ahora me va a juzgar. Pero él me miraba y me amaba. Y en ese momento yo vivÃa su misericordia. Me estaba dando mucho amor. Casi oÃa caer las cadenas que me ataban. Y lloraba y lloraba. Para mà fue eterno, no sé si 10 minutos o tres horas. Le dije: ¿qué quieres? Y me dijo: ve a mi Iglesia. Y le dije: pÃdeme otra cosa, eso pÃdemelo cuando esté mejor. Yo me habÃa leÃdo todos esos libros contra la Iglesia y los curas me caÃan muy mal. Pero Él insistÃa: ve a mi Iglesia. Y fui al momento a buscar una iglesia, en BerlÃn. Pensé: será la católica, que es la que yo conozco". Le costó un rato, pero finalmente encontró una parroquia católica. "Cuando entré, me senté, y sentà una paz que no habÃa sentido nunca. Sentà que era mi casa. Fue muy hermoso". "Ahora sà que estoy chalada..." Y empezó asà su amistad con Jesús. "Yo estaba asustada: 'ahora sà que estoy chalada, ahora hablo con Jesús. No puedo decÃrselo a mi marido, porque me la juego, con mis antecedentes'. Pero rompà con muchas amistades, con el reiki... Jesús me perdonaba con la mirada pero yo sabÃa que faltaba algo. En Internet leà lo de los pecados de pensamiento, obra, palabra y omisión... Pensé: 'de omisión lo he hecho todo'. Los amigos, cuando les contaba 'creo que soy católica', pensaban "Marcela y sus locuras". En su primera confesión vio, asombrada, que el sacerdote se emocionaba. "Solo me confesé una vez en el colegio, y no era nada real. Hice la comunión mal, por ponerme a la cola", le iba explicando al sacerdote. Y luego todo lo demás, su vida desastrosa, lo del aborto y muchas lágrimas. Cuando el sacerdote dijo las palabras poderosas de la absolución ("Yo te absuelvo en nombre del Padre, del Hijo, y del EspÃritu Santo"), ella sintió "un calor, que de repente se me iba todo eso que me dañaba. Y lloré por la sanación que sentÃa. Y me maravillaba. Volvà a casa cantando como una niña". Ir a misa diaria, a escondidas A partir de entonces necesitaba ir a misa cada dÃa. Del Rosario sólo sabÃa que tenÃa bolitas. Y buscó por Intenet y empezó a rezarlo cada dÃa. En BerlÃn hay pocas misas de diario: según el dÃa era en un sitio u otro. En casa la misa diaria causaba trastornos, iba a misa a escondidas, escapándose de casa. Pero "yo sabÃa que toda mi fuerza vendrÃa solo del Señor y sin ella volverÃa a caer". Aún no podÃa comulgar, ella misma lo sentÃa. "Yo veÃa al Señor conmigo en mis momentos malos del pasado, bendiciendo, poniendo amor en situaciones que habÃan sido terribles. Yo sentÃa amor y sanación. VeÃa esas cadenas, las llevaba a la confesión, y allà las soltaba. Y lloraba siempre en confesión. Mi marido empezó a ver el cambio. Mi hijo mayor, que le gusta la historia, viendo la pelÃcula"Karol", sobre Juan Pablo II, me dijo: ahora lo entiendo, mamá. Mi marido empezó a acompañarme a misa". - ¿Tú te casarÃas conmigo otra vez? - le dijo ella. - Claro -dijo él. - Pues lo vas a hacer, ahora por la Iglesia. Con la ayuda de un sacerdote de Gerona el matrimonio se preparó. Ella vivió su boda eclesial sintiéndose "la hija bonita de nuestro Padre Celestial". Cuando preguntaban a su marido por su fe, decÃa que viendo el cambio en Marcela, era indudable que eran cosas que hacÃa Dios. Más adelante, un viaje a Lourdes la ayudó a sanar aspectos de su relación con su madre terrenal. "Asà pasé de no conocer el amor a llenarme de amor de manera absoluta. Soy plenamente feliz, estoy con Dios, que es el más guapo, es inmenso. No lo cambio por nada".